jueves, 7 de agosto de 2014

La relación de pareja desde una vista objetiva



   Bíblicamente, Yahvé crea una compañera para el hombre, que sentía soledad existencial. La pareja es creada. Así como cada animal sobre el planeta tiene un par para que pueda seguir perpetuándose su especie.

    Sin embargo, ¿qué utilidad práctica tiene en pleno siglo XXI una relación de pareja?

 

   Durante siglos se ha perpetuado el matrimonio por conveniencia. Un Estado que se aliaba con otro para mantener el orden tanto en economía, religión, etc. Meros intereses políticos. La infanta María Teresa se casaba con el delfín, Louis XIV para mantener una hegemonía en toda Europa. España y Francia alcanzaban un interés común por medio del matrimonio.

   Si bien la monarquía ha sido erradicada casi por completo del planeta, aún existen matrimonios por conveniencia, principalmente en países de Medio Oriente. Una familia con escasez económica conviene un matrimonio de su hija menor de edad con un latifundista que puede recompensarles retroactivamente con creces.

   En un mundo predominante por el autoritarismo, disfrazado bajo los estándares psicológicos del patriarcado y matriarcado, el humano se ve indeciso en su arbitrio. ¿La razón? Decidir por qué decidir.

   Ineluctablemente el ser humano como especie, tiende a cerrar sus opciones por circunstancias aleatorias, contradictorias y muchas veces dolorosas. Los eventos no son uniformes en cada sujeto ni en cada consenso social. Las motivaciones pueden ser distintas y variadas, pero siempre tienden al mismo derrotero: el ser humano no está solo. Los hombres no están solos y las mujeres tampoco. Mientras que algunos buscan en una persona a su contraparte o “media naranja”, algunos buscan sólo contacto social para entablar charla, algunos otros buscan seguridad económica, otros buscan involuntariamente lo que los padres imponen –tal como matrimonio, hijos, automóvil, fondo de ahorro para la vejez, etc.-, así como otros buscan alguien para vivir en concubinato, o simplemente para mantener relaciones sexuales. Pero todos en su interior, sienten soledad y miedo a ser ninguneados existencialmente. Quieren felicidad. Punto.

 

   Una pareja es una interrelación de dos personas, pueden ser de distinto sexo o del mismo, de la misma edad o dispar, de distintos niveles socioeconómicos o de distintos intereses. El matrimonio no genera automáticamente una pareja ni mucho menos amor, porque ambos pueden vivir separados y casarse por conveniencia. El concubinato tampoco instaura una pareja, ya que pueden estar juntos porque la mujer no tiene casa dónde ir, o porque el hombre está solo, o porque acordaron temporalmente compartir piso. Un noviazgo tampoco crea automáticamente una pareja, ya que posiblemente lo que ambos viven es mera ilusión reflejada narcísamente en el otro. Un síndrome de sanguijuela.

   Filosóficamente, una pareja sentimental es un humano con el que se disfruta indefinidamente un tiempo finito, lleno de errores, calamidades y alegrías. No tiene ninguna utilidad práctica, excepto el goce de instantes efímeros y de aportación psicológica que complace a su contraparte. Toda relación es limitada en tiempo y espacio, ya que ambos humanos tienden a encontrar metas distintas o simplemente porque circunstancias azarosas los separaron, como enfermedad, muerte o encarcelamiento.

   Alguien tiene una pareja, porque le nace. Porque no logra racionalizar qué los mantiene juntos.

 

   Sin embargo, la muerte no separa, sólo separa la falta de amor.

   Lo que en el siglo XX y siglo XXI se entiende como amor platónico, está mal entendido y mal instrumentado. Platón expuso al amor como la más bella de las formas, como un aprendizaje mutuo entre dos personas. Nunca como la dependencia de una adolescente con un niño mimado, ni mucho menos con la imagen de dos personajes de animación en 3d que viven eternamente juntos hasta envejecer en un mundo que nunca existió ni existirá.

   En recientes años donde la mercadotecnia y la psicología aplicada imperan, las ilusiones fantasmagóricas de pareja “ideal” son vendidas al por mayor. A las mujeres les son vendidas ideas en las que un hombre apuesto, fornido y solvente, las retira de su laburo para consentirlas eternamente. Asimismo, al hombre le es vendida la idea de una mujer voluptuosa, insaciable, que hace las veces de amante y sirviente. No obstante, ambas ideas preparan a la sociedad para su propia extinción: a ambos géneros les hacen ver a las potenciales parejas como mera servidumbre, un humano que sirve para darnos techo, comida y camioneta. Y quizá sexo casual. Algo de cariño sería un acicate.

 
   
  Tanto hombres como mujeres esperan algo que nunca jamás llegará. Nunca. Las ideas fácticas no existen sin fundamento. Esperar a que el cuadrado redondo exista fácticamente, es como esperar la pareja perfecta. Toda idea existe independiente de si tiene o no algún sustrato físico en el que se pueda montar. Y es en este dilema, donde las producciones hollywoodenses y pornográficas explotan las fantasías de quienes están solos, creando paradigmas para que el humano no se percate de su absurda existencia y que su soledad sirva redituablemente para consumir más.

   Posturas radicales han surgido con el tiempo, para contraatacar al consenso conservador y mojigato. Han surgido contra la monogamia pensamientos de hastío y de revolución, aunque algunas veces quien intenta promulgarlo regresa inconscientemente a su monogamia. De este modo, se han creado las relaciones abiertas y los swingers. Las relaciones abiertas son acuerdos bilaterales de los miembros para tener relaciones sexuales fuera de la pareja, sin considerar esto una infidelidad. Por otro lado, los swingers son parejas establecidas que buscan curiosear sexualmente con un tercero o una pareja, sexualmente hablando, sin considerar tampoco esto una infidelidad. Inevitablemente esto conlleva a testimoniar “lo novedoso” en una relación de pareja.

 

   Quienes han vivido años juntos, socialmente su comunicación se ve menguada por hastío, monotonía y falta de apetito sexual. No hay nada “novedoso”. Algunos viven en pareja durante años por temor a la soledad, porque creen que nadie les tolerará sus defectos y errores. Madres solteras se angustian porque nadie en su sano juicio se hará cargo de un hijo que no es suyo. Hombres intolerantes viven el temor de morir solos. Por ello, buscan economizar sus errores visibles y tienden juegos psicológicos para enmarañar alguna posible víctima. Y es en ese hastío, donde termina toda relación de pareja. Vampirismo social.

   Algunos individuos tienden a la “infidelidad” –vista desde la mojigatería-, otros a pagar sexoservicio y otros a buscar gente compatible en algún bar. Al no haber eso “novedoso”, el individuo -sea hombre o mujer-, buscará saciar sus necesidades emocionales y sexuales. Cabe mencionar que no sólo el varón paga por sexo o busca en bares, sino que las mujeres con su fatídico feminismo autoritario, ligan a hombres en bares y lo desechan como envoltorio de galleta. Como dijimos anteriormente, machismo y feminismo buscan su servidumbre para saciar el ego. 

 

   Una minoría realmente interesada en compartir sus emociones y sentimientos nobles, dudará en hacerlo, por temor a ser rechazados por no cumplir con la icónica imagen de la que ya hablamos. El humano juega a ser dios y verdugo con su misma especie.

  
   Una mujer rechaza un anillo de matrimonio no porque el hombre no le quiera, sino porque en su mente, ella debe saciar su capricho libertino de no responsabilizarse de nada ni nadie. En su inconsciente, evade la autoridad del padre cuando en la infancia la hacía sentarse a la mesa dócilmente. Asimismo, un hombre evade la responsabilidad de una pareja con deseos de hijos, porque él aún no ha madurado ni crecido y no sabe qué hacer de su inútil y decadente vida. Él no tiene quizá una moneda para comprarse un malvavisco siquiera.

   Y es este aglomerado de ideas, de libertades y de negación de responsabilidades, donde el divorcio toma auge. Y sólo entonces los abogados y los notarios se benefician de esto.

 

   Emocionalmente el humano en pleno siglo XXI ya no se interesa en nada ni nadie, sólo existir. Darse en el tiempo. Vivir como rumiante. Consumir y convivir con humanos a los que erróneamente considera amigos. Desperdiciar su tiempo como si fuese un inmortal. Tirarse a la nada y no pensar. Ser un vegetal ideal.

   Y es en este tipo de humanos, donde comienza el deterioro de lo que después ellos mismos se quejan. La falta de valores, la deshumanización y la cultura del envoltorio. El fin de su propia raza.



Goth Philosopher