martes, 31 de marzo de 2015

Ética y moral en la sexualidad



-¿Cómo conduzco mis deseos sexuales? ¿Es apropiado tener esas preferencias? ¿Por qué hacerlo conforme los demás obligan?- Son preguntas que se hace el individuo ante la disyunción de elegir sus propias experiencias, o elegir la imposición de la sociedad.

    

   Quizá este tema sea el que más gradual aparezca en los intereses de la gente, ya que no es sino hasta que fisiológicamente el individuo requiere del alcance pleno de su cuerpo, en el que podrá comprenderlo.
   El ejemplo más notorio de represión de la sexualidad, es la alegoría que la Biblia presenta: Adán y Eva, al verse desnudos ante Iahvé, se cubren sus genitales con hojas de parra. Esto implica que ambas personificaciones del ser humano –hombre y mujer- sienten menosprecio hacia su propia anatomía y fisiología, ante el dedo acusatorio de un dios omnisapiente y elucubrante. Al no sentirse plenos y aceptar necesariamente la coercibilidad de un agente externo, verán con prejuicios sus propios cuerpos, sus órganos, sus células, su reproducción.

 
    
   Si bien el ser humano se distingue por ser la única especie que juzga y delimita conforme a sus prejuicios, es también la misma especie que determina bajo criterios éticos o a veces lógicos, el uso y autoridad de la autonomía en su propio organismo. La cultura plasmada por la familia e inoculada en la primera infancia en el infante, recreará una hiper extensión de los padres en la mente adulta del individuo, debilitando y muchas veces fragmentando sus deliberaciones, por motivos de cumplimentar y sosegar el deber moral para con la familia.
   Por ser aspectos particularmente privados y muy sensibles, el desarrollo de la sexualidad se convierte en tabú en el instante en el que el individuo lo asume como nocivo, como un agente patógeno que siembra la agitación general. No obstante, cualquier vicio puede descarriar, sin ser necesariamente un tema sexual, tales como alcoholismo o tabaquismo. La diferencia, es que principalmente el patriarcado mojigato es quien impone tales represiones, tal como en el cristianismo o el islamismo. 


    
   La mujer, el anciano o el niño, pueden expresar abiertamente su sexualidad porque es parte de su fisionomía, tal como los brazos o las manos. Es ético conocer el propio cuerpo, para saber qué sucede en caso de algún accidente o enfermedad. No obstante, la sociedad moralista basada en escrúpulos y prejuicios autoritaristas son los encargados de negar la aceptación del individuo hacia su propio cuerpo. No olvidemos que en la edad media, la rosa simbolizaba la vagina, por lo que era aislada y menospreciada en comparación de otras flores. O que falos eran representados afuera de los prostíbulos en Pompeya, para anunciar que era un lupanar. O el mismo arte orientalizante en el que ánforas o cráteras llevan a hombres desnudos y que, inclusive, algunas muestran relaciones sexuales. 

 
    
   Como tal, el cuerpo humano ha sido siempre un tabú porque nadie sabe exactamente lo que siente la otra persona o cómo se originó su ser en esta existencia espacio-temporal. Y tener acceso a esa interioridad implica que lo que encontremos, quizá resulte repulsivo para quienes tienen prejuicios o que realmente no quieren saber lo que es otro ser humano. Su “ética” les indica que no les importa otro humano, porque no son ni piensan tal como lo hace el espectador en turno, el observador que decide y que impone la moral autoritaria.  El cuerpo humano es un límite biológico y una barrera social y emocional ante los demás.
   Negar el desarrollo sexual de alguien más, del prójimo, sea el género o edad que sea, es negar la facultad de expresarse como seres humanos. Negar el placer a mujeres con el acto de la ablación, la masturbación a los hombres por ser depravados, o la lapidación a mujeres por no ser vírgenes, es retroceder varios milenios respecto a derechos humanos. Pero sin embargo, los mismos legisladores son quienes regularmente niegan la sexualidad abierta, sea de hombres o mujeres, por el simple hecho de que son ellos quienes ofertan las leyes y las autorizan coercitivamente, y si no les conviene lo que su percepción observa, lo prohíben legalmente. 

 
   Si el individuo lleva a cabo su sexualidad conscientemente, sin delimitar la libertad ni intereses de terceros, entonces no hay ningún motivo para delimitárselos a él. El humano es sexual, porque de ello depende su sociedad, satisfacción o posible descendencia.


 













Goth Philosopher