-¿Cómo conduzco mis deseos sexuales? ¿Es apropiado
tener esas preferencias? ¿Por qué hacerlo conforme los demás obligan?- Son
preguntas que se hace el individuo ante la disyunción de elegir sus propias
experiencias, o elegir la imposición de la sociedad.
Quizá este tema sea el que más gradual aparezca en los intereses de la gente, ya que no es sino hasta que fisiológicamente el individuo requiere del alcance pleno de su cuerpo, en el que podrá comprenderlo.
El
ejemplo más notorio de represión de la sexualidad, es la alegoría que la Biblia
presenta: Adán y Eva, al verse desnudos ante Iahvé, se cubren sus genitales con
hojas de parra. Esto implica que ambas personificaciones del ser humano –hombre
y mujer- sienten menosprecio hacia su propia anatomía y fisiología, ante el
dedo acusatorio de un dios omnisapiente y elucubrante. Al no sentirse plenos y
aceptar necesariamente la coercibilidad de un agente externo, verán con
prejuicios sus propios cuerpos, sus órganos, sus células, su reproducción.
Si bien
el ser humano se distingue por ser la única especie que juzga y delimita
conforme a sus prejuicios, es también la misma especie que determina bajo
criterios éticos o a veces lógicos, el uso y autoridad de la autonomía en su propio
organismo. La cultura plasmada por la familia e inoculada en la primera
infancia en el infante, recreará una hiper extensión de los padres en la mente
adulta del individuo, debilitando y muchas veces fragmentando sus
deliberaciones, por motivos de cumplimentar y sosegar el deber moral para con
la familia.
Por ser
aspectos particularmente privados y muy sensibles, el desarrollo de la
sexualidad se convierte en tabú en el instante en el que el individuo lo asume
como nocivo, como un agente patógeno que siembra la agitación general. No
obstante, cualquier vicio puede descarriar, sin ser necesariamente un tema
sexual, tales como alcoholismo o tabaquismo. La diferencia, es que
principalmente el patriarcado mojigato es quien impone tales represiones, tal
como en el cristianismo o el islamismo.
La mujer,
el anciano o el niño, pueden expresar abiertamente su sexualidad porque es
parte de su fisionomía, tal como los brazos o las manos. Es ético conocer el
propio cuerpo, para saber qué sucede en caso de algún accidente o enfermedad.
No obstante, la sociedad moralista basada en escrúpulos y prejuicios
autoritaristas son los encargados de negar la aceptación del individuo hacia su
propio cuerpo. No olvidemos que en la edad media, la rosa simbolizaba la
vagina, por lo que era aislada y menospreciada en comparación de otras flores.
O que falos eran representados afuera de los prostíbulos en Pompeya, para
anunciar que era un lupanar. O el mismo arte orientalizante en el que ánforas o
cráteras llevan a hombres desnudos y que, inclusive, algunas muestran
relaciones sexuales.
Como tal,
el cuerpo humano ha sido siempre un tabú porque nadie sabe exactamente lo que
siente la otra persona o cómo se originó su ser en esta existencia
espacio-temporal. Y tener acceso a esa interioridad implica que lo que
encontremos, quizá resulte repulsivo para quienes tienen prejuicios o que
realmente no quieren saber lo que es otro ser humano. Su “ética” les indica que
no les importa otro humano, porque no son ni piensan tal como lo hace el espectador
en turno, el observador que decide y que impone la moral autoritaria. El cuerpo humano es un límite biológico y una
barrera social y emocional ante los demás.
Negar el
desarrollo sexual de alguien más, del prójimo, sea el género o edad que sea, es
negar la facultad de expresarse como seres humanos. Negar el placer a mujeres
con el acto de la ablación, la masturbación a los hombres por ser depravados, o la lapidación a mujeres por
no ser vírgenes, es retroceder varios milenios respecto a derechos humanos. Pero
sin embargo, los mismos legisladores son quienes regularmente niegan la
sexualidad abierta, sea de hombres o mujeres, por el simple hecho de que son
ellos quienes ofertan las leyes y las autorizan coercitivamente, y si no les
conviene lo que su percepción observa, lo prohíben legalmente.
Si el
individuo lleva a cabo su sexualidad conscientemente, sin delimitar la libertad
ni intereses de terceros, entonces no hay ningún motivo para delimitárselos a
él. El humano es sexual, porque de ello depende su sociedad, satisfacción o
posible descendencia.
Goth Philosopher