Tema cumbre de
la humanidad moderna. Si bien la humanidad se ha distinguido de otras especies
por tender a la eudaimonía teleológicamente, es en el hedonismo, donde radica
gran parte de conflictos sociales e individuales, como la subjetividad,
economía, política, arte y demás aquiescencias humanas.
No hay sociedad
humana sin hedonismo, pero no hay hedonismo sin ser necesariamente humano. Es parte
de la esencia humana y, por ende, la proclividad a caer en él.
El hedonismo fue
una doctrina filosófica basada en principios de Epicuro, de Samos, Grecia. En primera
instancia, la Hélade como la conocemos, instauraba un Estado con comodidades
para los ciudadanos patriarcalmente adultos. Todo placer habido, es porque así
lo contemplaba la democracia. Es el principal motor que propició el auge del ἡδονή –el placer en sí-, porque la idea de placer,
conllevaba a las ideas puras de la belleza. Evadir el dolor y sufrimiento y sosegar
cualquier instinto primario que la psique busque.
En el mundo de lo apolíneo-dionisíaco,
alcanzar el placer es embriagarse del don de vivir, de experimentar lo
orgiástico de la ambrosía que ofrecen los dioses. Vivir y dejar morir. Sí.
Pero la facticidad humana escapa
del mundo áureo y del Topos Uranos.
En recientes tiempos del siglo
XX, John Rawls escribe su tratado Teoría
de la justicia, donde increpa por un utilitarismo absoluto. Una alegoría a
las ideas de poder co-existir disfrutando de los placeres terrenales en común. Vivir
sin recibir daño y sin procurarlo. No obstante, este mundo del deber ser se diluye en las aspas de la
esencia humana.
Si bien Epicuro
fundó el hedonismo y la escuela cirenaica conformó que el placer debiera satisfacerse
sin ulteriores resultados excepto sentir satisfacción, es el humano en su
cotidianidad que funda con sus usos y
costumbres, lo que el hedonismo es,
para la humanidad.
El adolescente
que vive en la calle e inhala pegamento para evadir la realidad, la
universitaria que lee para evadir la realidad, el alcohólico que bebe para
evadir la realidad, la ama de casa que ve telenovelas para evadir la realidad,
el niño que ve dibujos animados para evadir la realidad de los problemas
familiares, el contador que gasta en sexo pago para evadir su realidad o el
político que opulentamente se regodea en lujos para evadir la realidad a la que
debiera servir, son los ejemplos más recurrentes. Ya el placer no es buscar y
encontrar la felicidad efímera, sino perpetuar un placebo para rehuir a lo que
la crudeza de la realidad nos da. Placer ya no emocional, moral, inclusive
psicológico, sino placer meramente físico, alternado de concupiscencias materiales
como automóviles, joyas, departamentos, parejas con apariencia de modelo de
pasarela. Todo ello ya no pasa por una doctrina filosófica, sino por una
tergiversación perversa de lo que fue el hedonismo.
Hedonista nunca
fue atiborrarse de efervescencias materiales, sino saciar el deseo para
alcanzar un fin, primariamente moral. Encontrar sosiego al placer fue una
manera característica de utilizar instrumentos intelectuales para alcanzarla
teleológicamente. Eso nunca implicó costear objetos inasequibles, ni mucho
menos cotizar en la Bolsa de Valores. Este tipo de aberraciones implican más
alejarse del hedonismo –o del eudaimonismo- y acercarse más a la hegemonía o a
la concupiscencia existencial: regodearse de todo aquello que no tenemos o que
ya tenemos y que no nos importa pero que aparece agradable a nuestro
atesoramiento de riqueza y comodidades.
La zona de confort surge de este hedonismo
malversado. Estar siempre rodeado de situaciones y circunstancias que impiden
pensar, ya sea racional o irracionalmente. Lo importante es no pensar, al ya
tener objetos costosos a nuestro alcance. No utilizar ni un céntimo de la
energía ni fortaleza física, emocional o moral. Sólo echarse a rumiar y
preferir el oro a las barreduras intelectuales.
No obstante,
esto ya no es hedonismo, sino decadencia.
Y holgazanería. Porque buscar el placer implica racionalizar qué entendemos por
deseo y así alcanzar lo que anhelamos, lográndolo por medios intelectuales o
físicos. Pero el “hedonista” moderno, se ha conceptualizado como un irreverente
parado, que detiene la evolución suya
y de la sociedad. Alguien que se postra en su sofá durante horas sin mover un
ápice de su existencia, por el hecho de querer sentir “placer”.
La mayoría de
estos modernos son llamados “creídos”, “alzados”, “patanes”, “emo”, “hijos de
papi”, “princesas” o más recurrentemente “ni-ni”.
El mundo humano es de
quien lo toma, no de quien se sienta a contemplarlo.
Goth Philosopher