sábado, 28 de febrero de 2015

Filosofía del Derecho




   Quizá una de las áreas de la filosofía que a nadie involucra en cuanto a atención, o quizá un área que no es muy atractiva, pero que, sin embargo, debiera tomarse en cuenta.
   Si bien la filosofía es la ciencia que cuestiona los lineamientos y principios del saber, es en el Derecho donde debiera formularse el deber ser de los estratos éticos y morales de la sociedad. Debiera. 
 
   La palabra Derecho proviene de la voz latina directum, que significa «lo apegado a la ley, a la normatividad», y es en su correcta ejecución donde debiera instaurarse el marco de la legalidad. Es en el Derecho donde se debiera ejercer el poder con ética y moralmente correcto para el óptimo funcionamiento del Estado. Debiera, pero, sin embargo, no es así.
   El ser dista del deber ser. La facticidad no es equiparable a la obligación moral. Y es precisamente el Derecho, donde encontramos la más cuantiosa madeja de subjetividades y conveniencias que no debieran ser. Encontramos que en su haber, las galimatías de usos y costumbres se funden en una espada de una mujer ciega –símbolo de la justicia- pero que, sin embargo, implican el advenimiento de una imposición por parte de los grupos privilegiados que detentan el poder. Si bien el derecho funge como mediador en el Estado por alcanzar una correcta utilización de la Constitución y de la ética responsabilidad de las instituciones, encontramos que esa obligación no se lleva a cabo como tal, en el marco de gobernabilidad, sino que, esa balanza de imprecaciones se inclina a uno de los lados donde haya más retórica y más tráfico de influencias. 

 
    
   Moralmente, el Derecho debiera buscar soluciones asequibles para ambas partes en una regulación coercible de las leyes. Regulación que no afecta, por supuesto, a quienes instauran las leyes y las ejecutan, por lo que son inmunes a ellas. No son alcanzados por sus mismos decretos, por lo que la «justicia» queda aplicada única y exclusivamente de una manera convenenciera conforme usos y costumbres. Cabe mencionar, que una ley se origina en la costumbre del individuo; posteriormente, un conjunto de esos individuos con la misma costumbre tratarán de que el uso de esa cotidianeidad sea una ley y que, posteriormente, se burocratice en una institución, para que haya un respaldo legal y jurídico para sus inquietudes. No obstante, no olvidemos que todo lo que hizo Hitler en Alemania era legal, el sistema en el que Napoleón invadía, era un conjunto de usos y costumbres de la nación francesa. Para los conquistadores españoles, era un uso y una costumbre imponer por la fuerza la sagrada ley de Cristo Rey, basados en el poder de la Corona. Entonces, cabe cuestionar filosóficamente por qué la ejecución del Derecho conforme al bien común tiende a inclinarse a lo que las mayorías desean para su destrucción y sadismo placentero. 

 
   El abogado –advocatus, en etimología latina, el que auxilia- es un defensor que ha estudiado leyes y ejerce los procesos judiciales en un juicio. No está para cuestionar la veracidad de su cliente, sólo está para auxiliarle legalmente. Sin embargo, encontramos que esto precisamente carece de toda ética y lógica, ya que el abogado puede estar auxiliando a alguien que ha sido sancionado por la moral del consenso, pero que él, como abogado, es encargado de ayudar con juegos de retórica para hacerlo aparentar como si de alguien honesto se tratase. Un asesino o violador puede pasar como un honesto ciudadano, mientras que la parte demandante puede resultar afectada y sancionada. Esto es en sentido estricto, un juego de sofistas. Un tablero donde el mejor jugador mueve a los peones a su conveniencia. 

 
   Cabe en la filosofía cuestionar exhaustivamente el por qué de semejantes transacciones axiológicas convenencieras en contra de la lógica, y el uso y abuso de la palabra como herramienta, para dar beneficio a quien sea, siempre y cuando se ostente como ganador.
   Antiguamente el estudioso en Derecho podía aspirar a estudiar medicina, y posteriormente filosofía, ciencia suprema del conocimiento humano. Sin embargo, los privilegios malsanos de las leyes jurídicas han conllevado a las instituciones a que se desprendan y no sean inherentes. El Derecho moderno no es parte de las artes liberales, sea Trivium o Quadrivium, ni atiende racionalmente a los individuos, sólo exige de cumplimentar los beneficios de quienes se han erigido a sí mismos salvadores de las normas humanas.


Goth Philosopher